Bajo el calor sofocante
del verano andaluz, acudíamos un 22 de Julio de 2006
(nuestra apretada agenda no nos permitió llegar antes)
al II Congreso Internacional de Música de Cine
“Ciudad de Úbeda".
Paseando entre las
piedras de esta hermosa y antigua villa, una decena de compositores
nacionales y foráneos escoltaron durante cuatro días
a algunas de las mayores figuras del panorama musical cinematográfico
internacional de ahora y siempre, y nos deleitaron con un
concierto histórico:
John Ottman, junto a su colaborador Damon Intrabartolo,
nos dio a conocer, en primicia mundial, su partitura para
un Superman Returns recién llegado a las
salas españolas; un “apasionado” John
Debney con el homenaje al gran Jerry Goldmith entre manos;
y Basil Poledouris, que se llevaría consigo para
siempre la ovación del un público rendido
a su obra y figura.
Disfrutando de una
tapa de caracoles y una caña bien tirada junto
a la Pza. de Andalucía, rondando las 13:30, veía
aparecer frente a la puerta del bar a Mario y Sergio.
Joviales como siempre, sedientos como nunca, asaltaron
al camarero en pos de una cerveza bien fría que
les repusiera del caluroso viaje desde Madrid.
Ya estábamos todos: Frizzell, Ottman, Poledouris,
Debney, Scott, los Macía y yo.
Tras montar el campamento
base en un apartamento de la calle de la Trinidad, corrimos
a alimentarnos en un mesón del casco antiguo, con
la esperanza de encontrarnos a alguno de nuestros admirados
músicos. No iba a ser tan fácil. A las 15H
no había un alma sobre las abrasadoras baldosas,
ni un balcón abierto a nuestras esperanzas.
La gente sabe lo que se cuece en Úbeda a esas horas.
Se cuece todo.
Tras deambular un
rato por los alrededores del Hospital de Santiago, epicentro
del seísmo friki logrado por los chicos de BSO
Spirit, sin conseguir ver a ninguno de los invitados
al congreso, entendimos que éramos de los pocos tontos
que no habíamos corrido a refugiarnos a la sombra
tras la sobremesa.
El resto de la tarde, consumidos entre la decepción
por los pobres resultados desde nuestra llegada y la impaciencia
ante la cercanía del concierto, nos hizo resignarnos
a que la fila 11 del patio del hospital ubetense iba a ser
nuestro mayor acercamiento al firmamento musical por el
que habíamos viajado hasta allí.
No podíamos
imaginar que horas más tarde, San Miguel en mano,
estaríamos departiendo sobre la banda sonora más
grande jamás creada (hablamos de Conan el Bárbaro,
por supuesto) con su artífice: el magistral Basil
Poledouris.
21:00 horas. Vinilos
y CDs al hombro, con la esperanza de poder conseguir in
extremis una firma antes o después del concierto,
acudimos a las puertas del improvisado auditorio.
Pronto comprendimos que abordar a los invitados sería
una empresa imposible:
Cientos de personas se agolpaban a las puertas del hospital,
ansiosos por ocupar sus asientos, bajo la atenta mirada
de Brandon Routh que, en mallas azules, nos observaba colgado
de los ventanales del segundo piso, ondeando a la brisa
de la noche jienense.
A las 22 horas sonaban
los primeros acordes. La Orquesta Filarmónica de
Andalucía afinaba instrumentos. Se hizo la
oscuridad y bajo un manto de estrellas, inquietos nuestro
culos en las butacas, comenzó a fraguarse el concierto
más memorable de la historia.
Nos esperaba Superman Returns en primicia mundial, el homenaje
al maestro Jerry Goldsmith y el primer (y a la postre único)
concierto del más grande de entre los grandes: Basil
Poledouris.
Introducciones y agradecimientos
iniciales aparte, saltó a la palestra Damon Intrabartolo,
conductor habitual de las partituras de John Ottman.
Siempre gusta ver al propio
compositor dirigiendo sus obras; habría sido lo suyo
pero, viendo la envergadura de Ottman y la enérgica
intervención del menudo Intrabartolo, cabe imaginar
que ni el propio autor lo hubiera hecho con tanto ímpetu.
Fuera como fuere, el entrañable pelirrojo se ganó
la primera ovación de la noche al culminar su intervención,
tras la suite de Sospechosos Habituales y el tema
principal de Los 4 Fantásticos, con el Reprise
& Fly away de un Superman Returns que
nos devolvió en sus notas finales a esa excitante
sensación que siempre es escuchar el tema principal
que compuso John Williams para la película original
de 1978.
Llegaba el turno de
John Debney.
En presencia de su viuda, se homenajeaba al gran Jerry Goldsmith,
que nos había abandonado 2 años y un día
atrás. La suite de los Generales, el tema principal de
Rudy y Enterprise de Star Trek
arrancaba de nuevo los aplausos de un público rendido
a la emoción del momento.
Acto seguido, con la deslumbrante presencia de Lisbeth Scott
(la hermosa voz de Munich y Las Crónica
de Narnia), John Debney nos deleitó con varios
movimientos de La Pasión de Cristo de gran
belleza coral, con una apoteósica y emocionante Resurrection
que puso en pie el patio del centenario Hospital de Santiago.
De John Frizzell, presidente
de honor en 2006 de BSO Spirit, debo decir que poco conocía.
Interpretó temas de sus principales filmes: Dante’s
Peak, Alien Resurrection y Gods and Generals,
entre otros. Aunque con partituras de mucho menos talento
que sus colegas, no desentonó y se agradeció
su buen hacer con aplausos justo antes de que, corazones
saliéndosenos del pecho, presentara a su héroe
(y el de todos los presentes): Basil Poledouris.
Ataviado con una túnica
negra y un pañuelo en la cabeza (cubriendo los signos
de una reciente operación en su lucha contra el cáncer),
aparecía el maestro de entre la orquesta recibiendo
una ovación sin parangón. Con gritos
de “Basil, Basil” y ensordecedores
aplausos, manos indoloras, sin haber rozado siquiera la
batuta, le dedicamos varios minutos de nuestro más
sincero reconocimiento y admiración. Sólo
unos minutos por toda una vida de sensaciones inolvidables.
Visiblemente emocionado
y poco acostumbrado a la situación, se encaró
a la orquesta y comenzó el momento mágico
de la noche:
La luz bajó, una pequeña pantalla sobre el
escenario, a la altura del 2º piso, empezaba a proyectar
Conan el Bárbaro mientras se hacía
el silencio…
La voz de Mako resonó
en el Hospital de Santiago, en Úbeda, sí España…
y se hizo eco en todo el mundo:
Between the time
when the oceans drank Atlantis, and the rise of the sons
of Aryas, there was an age undreamed of. And onto this,
Conan, destined to wear the jeweled crown of Aquilonia upon
a troubled brow. It is I, his chronicler, who alone can
tell thee of his saga. Let me tell you of the days of high
adventure!
Anvil Of Crom,
con arreglos para la ocasión, yunque y martillo incluidos
entre los instrumentos, arrancaba como nunca antes nadie
había escuchado. El cielo de La Loma titilaba, nuestro
corazón palpitaba a un ritmo frenético, y
el maestro se movía todavía ágil dándonos,
una vez más, momentos impagables.
Aunque en ocasiones la
interpretación pudo ser mejorable, con perfecta sincronización
entre orquesta y pantalla, se sucedieron escenas de la obra
maestra de John Milius a ritmo de Riddle Of Steel-Riders
Of Doom, Atlantean Sword, Love Theme, Battle Of The Mounds
y Orphans of Doom; en esos minutos se paró el
tiempo, se contuvieron la respiración y hasta los
aplausos. Nadie osaba interrumpir al maestro entre cada
tema. Resultaba imponente ver cómo cientos de personas
aplacaban las ganas de volver a demostrarle su cariño.
Nos desfogamos a gusto
al final de la velada en la que, a pesar de su visible cansancio,
nos regaló un bis de Anvil of Crom tras
el que la ciudad de Úbeda se rindió a sus
pies y ya no hubo medida:
atronaron las palmas al paso de Ottman, Frizzell, Debney,
Intrabartolo, Scott y Basil por el escenario.
Gracias a BSO Spirit y su enorme esfuerzo económico
y humano, habíamos sido testigos de un evento sin
igual que, por fortuna, promete un futuro brillante. Los
compositores, encantados con la hospitalidad ubetense, prometieron
volver. John Debney ya ha cumplido y este año será
el presidente de honor de la fundación.
Nos dábamos
por satisfechos con lo vivido pero aún quedaba el
plato fuerte.
Tuvimos el gran privilegio de asistir al cóctel que
se daba en el Hotel ‘Las Casas del Cónsul’
para los compositores y sus familias tras el concierto.
Nada más entrar
en el hotel, fuimos conducidos por la recepción de
mármol hacia el patio interior. Un paso afuera y
nos encontrábamos codo con codo junto a John Ottman
y Lisbeth Scott que charlaban con los pocos invitados a
tan cerrado círculo.
Con la piernas temblorosas,
junto a una iluminada piscina, pasaban bandejas de canapés
y se llenaban de cerveza y sangría las mesas dispuestas
por el jardín donde, al poco tiempo, comían
Debney, Intrabarloto y Frizzell.
De repente…
-Mario, no te vuelvas, está ahí.
A sus espaldas, a metro
y medio, vestido con una camisa de corte oriental y una
boina negros, el maestro hacía acto de presencia.
Tras un momento charlando
con gente de la organización se quedó solo.
Fue extraño, nos parecía raro que no hubiera
en todo momento alguien adorándole, postrado a sus
pies o algo similar… Mario no dudó.
Venció el temor inicial y se fue en pos de lo que
había soñado desde hacía 25 años.
Basil, atento, se
puso a charlar con él sin más.
- Sí, ya había estado en España, durante
el rodaje de Conan.
- Si le gustaba mucho.
Respondió con sencillez a las preguntas que usaba
Mario para romper el hielo. Accedió con gusto a firmarle
los discos que le mostraba. Aprovechamos todos la ocasión
para pedirle que nos autografiara los nuestros, para lo
que, ya cansado por el largo día, se sentó
en la sala de estar contigua al jardín.
Entre explicaciones
sobre la elección del diseño de las portadas
de Conan y preguntas sobre proyectos futuros, le comentaba
Mario que debía haber pronunciado él en directo
el prólogo en el concierto.
Para nuestra sorpresa se puso a hacerlo allí mismo.
Yo, conocedor del texto en versión original al dedillo,
no me corté y le acompañé. Al final
del prólogo, todos comenzamos a corear el comienzo
de Anvil of Crom para luego romper a carcajada limpia. ¡Qué
momento! Aún se me eriza el vello al recordarlo…
He leído en
foros que en todo momento los compositores fueron accesibles
y estuvieron a disposición de los fans para firmar,
sacarse fotos...
Tal vez nuestro momento, idealizado, no fue mejor que el
de otros, pero fue nuestro.
La noche concluyó
en las calles y bares de Úbeda. Nadie se pellizcó. Si era un sueño
no queríamos despertar.
Meses más
tarde, un 8 de Noviembre de 2006, Basilis Konstantine Poledouris
fallecía en Los Angeles víctima de cáncer.
Doreen Ringer Ross, su representante a lo largo de 20 años,
dijo de Úbeda:
“Había entre 700 y 800 fans gritando su nombre
y esperando que les firmara un autógrafo. Fue el
momento más emotivo de su carrera”.