Como continuación a Elizabeth
(1998) y dentro de la trilogía ideada por el director pakistaní
Shekhar Kapur en torno a vida de la monarca inglesa, Elizabeth:
La Edad de Oro doblega los acontecimientos
históricos a su antojo para obtener una película
efectiva en su faceta de entretenimiento, pero decepcionante en
cuanto a su visión de una de las etapas más intensas
de la historia que une a las naciones inglesa y española.
En 1585, momento en que comienza
la trama del largometraje, la reina que conocemos como Isabel
I de Inglaterra contaba con 52 años; el guión se
salta a la torera esa premisa y sitúa a Cate Blanchett,
de 38 años, en medio de una tortuosa relación con
Sir Walter Raleigh y su dama de honor (hecho que tuvo lugar 7
años después), en el episodio de la Armada Invencible
(1588, Isabel tenía la respetable edad de 55...) y finaliza
con una reconfortante pero falaz frase que asegura el comienzo
de una época de paz y prosperidad para Inglaterra: pues
bien, la querida Isabel siguió atacando las colonias españolas
en América, intentó la captura de Lisboa, apoyó
a Francia y a Holanda en su cruzada contra España y tuvo
que hacer frente a un levantamiento irlandés que fue controlado
el mismo año de su muerte (1603).

Lecciones de historia aparte
(que suponen un serio varapalo para la credibilidad de la película),
se debe alabar la consecución de una narrativa ágil
y una emoción creciente durante el metraje, una ambientación
perfecta y una excelsa labor interpretativa por parte de casi
todo el reparto. Un paso por detrás de los Blanchett, Rush,
Owen y Cornish, está Jordi Mollá como Felipe II.
No se si el modo de hablar, la ridícula forma de moverse
(desconozco si fundamentada en documentos históricos),
la desmedida imagen del monarca español como un desquiciado
extremista católico o todo a la vez, crean una sensación
molesta entorno a la aparición del actor español
en escena. Tampoco son especialmente satisfactorios determinados
recursos del filme (algunos encuadres, exagerada iluminación,
retoques de color...) para que ciertas escenas carentes de sentimiento
o trascendencia resulten más llamativas, pero que son más
bien innecesariamente aparatosas.

De quitarse el sombrero, sin
embargo, la emoción de ver enfilar el Canal de la Mancha
a los 130 navíos que conformaban la Armada Invencible.
Las escenas relacionadas con el conflicto naval son sin
duda lo mejor del filme y, aunque se exagere la importancia
de la estrategia inglesa a la hora de mermar la capacidad de la
flota dirigida por Don Alonso Pérez de Guzmán el
Bueno, Duque de Medina Sidonia, tampoco se oculta la crudeza de
las tormentas que azotaron a los casi 30.000 hombres que formaban
el ejército invasor, dejando una pizca de libre interpretación
al espectador acerca de qué fue lo que acabó con
la empresa española.
Desgraciadamente, dados los
bajos presupuestos que se manejan en el cine español y
el escaso interés de las productoras por reflejar la rica
y convulsa historia de nuestro país (a excepción
de la Guerra Civil, que es a España lo que la de Vietnam
a EEUU), tendremos que seguir dejando que los hijos de la
pérfida Albión hagan creer al mundo que con
la derrota de la Armada Invencible comenzó la decadencia
naval del Imperio Español.
Menos mal que aún tenemos libros de historia que dicen
la verdad.
J.J.L.S.