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Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

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INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL

Título original: Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull
Año: 2008
País: USA
Duración: 124 min.
Director: Steven Spielberg
Guión: David Koepp. Basado en una historia de George Lucas y Jeff Nathanson
Producción: Frank Marshall
Música: John Williams
Fotografía: Janusz Kaminski
Ficha artística:
Harrison Ford, Cate Blanchett, Karen Allen, Shia LaBeouf, Ray Winstone, John Hurt, Jim Broadbent
Trailer

SINOPSIS: Cuando sus diferencias con el FBI están a punto de obligarle a abandonar la enseñanza, Indiana Jones (Harrison Ford) decide seguir la pista de su antiguo amigo el profesor Oxley (John Hurt), quien aparentemente perdió la razón mientras buscaba un misterioso objeto conocido como La calavera de cristal. En su aventura, el arqueólogo tendrá que enfrentarse a una despiadada parapsicóloga soviética (Cate Blanchett), interesada en los poderes sobrenaturales que se atribuyen a la codiciada pieza.

Hay un par de consideraciones que convendría tener en cuenta antes de enfrentarse a la nueva aventura de Indiana Jones, empezando por comprender la auténtica identidad del personaje y el significado de su saga. Como ponen de manifiesto tanto sus tres anteriores filmes como la serie Las crónicas del joven Indiana Jones, nuestro protagonista es un hombre que vive por y para la aventura; solo sale de una peripecia para meterse en otra, por lo que hay que entender que este extenso lapso de tiempo sin noticias suyas no supone ninguna ausencia que deba ser justificada, sino únicamente una elipsis en la que sus avatares no nos han sido contados. Tampoco debemos esperar, entonces, que esta cuarta película sea su odisea definitiva ni su vivencia más trascendente; solo un capítulo más en la azarosa vida de un trotamundos infatigable. Si Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal se hubiera estrenado tres o cuatro años después de su predecesora no nos habríamos cuestionado demasiado sus peculiaridades, limitándonos a disfrutarla y esperar la llegada de la siguiente; pero claro, el tiempo es un infalible creador de mitos, y estos casi 20 años no solo han convertido en leyenda las correrías del arqueólogo del látigo, sino que han puesto en nuestra conciencia la idea de que esta nueva y esperada entrega será, seguramente, nuestra última oportunidad de ver al icono en acción, por lo que tenderemos a pedir una apoteósica despedida que, en justicia, no tiene por qué producirse.
 
Por consiguiente, la otra reflexión que propongo es más bien un ejercicio no exento de dificultad; intentar revisar los tres primeros títulos de la serie con la objetividad de un adulto en el siglo XXI, no con el candor de un adolescente en los años 80. Puede resultar duro aceptar aquellas entrañables películas como lo que son en realidad y no como lo que nos parecieron en su día, pero solo así comprenderemos que muchos de los vicios de Indiana jones y el reino de la calavera de cristal estaban ya presentes, en mayor o menor medida, en sus precedentes; y solo así sabremos disfrutar sin prejuicios de la trepidante sesión de persecuciones, peleas, enigmas, magia y, sobre todo, simpatía que el diestro Spielberg nos ofrece esta vez.
 
Teniendo en cuenta el nuevo escenario temporal, es más que correcta la evolución argumental del personaje y su entorno; en el apogeo de la guerra fría y con Rock’n Roll como fondo, encontramos a un Indy más reflexivo y experimentado, del que se apuntan referencias sobre su participación en la 2ª Guerra Mundial y su conexión con el ejército americano. Una pena que se trate de un film para toda la familia, pues quizá en un contexto más adulto se habría aprovechado mejor la excelente encarnación que Cate Blanchett hace de la asexuada parapsicóloga soviética con aires de dominatriz, que en un principio parece sentir admiración y quizá incluso una atracción visceral hacia Indiana, diluida después en el devenir de los acontecimientos.
 
 
Afortunadamente sí se saca partido de otros miembros del reparto, empezando por un impetuoso Shia LaBeouf cuya química con Ford funciona desde el primer momento, y continuando por John Hurt que, con su burlesca interpretación, se equipara –para bien o para mal- a la comicidad aportada en su día por el desaparecido Denholm Elliott.  En cuanto al desenlace, pretencioso y previsible, es ya marca de la casa (Y me refiero al primer y tercer título de la serie, pues siempre consideré El templo maldito como una meritoria excepción que merece tratamiento independiente), solo que esta vez el componente sobrenatural prescinde del molesto efluvio religioso de las antiguas en favor de implicaciones extraterrestres de las que tanto gusta el dúo cabecilla.
 
Aunque edificada sobre una sólida historia, la película constata una innegable carencia de ritmo y falta de continuidad que ya apreciábamos en El arca perdida y La última cruzada. Que el problema se acentúe en este último título es lógico si tenemos en cuenta la evolución de sus mentores durante este largo período; mientras que George Lucas ha perdido totalmente su habilidad de antaño para contar historias –como demuestra su nefasta nueva trilogía de Star Wars- Steven Spielberg se ha convertido en un genio de la narrativa, habiendo sido capaz de ofrecernos obras maestras tan alejadas del aire festivo de Indy como La lista de Schindler, Inteligencia artificial, La guerra de los mundos o Munich. Estaba claro que de la fusión entre la ineptitud de uno y la excelencia del otro no podía nacer un producto coherente, y por ello la impresión inmediata que deja el film –aparte de un exquisito regusto añejo-  es la de haber visto un cúmulo de magníficos momentos inadecuadamente hilvanados. Pero aunque sin duda trabaja mejor solo, nada nubla la inigualable habilidad del maestro Spielberg para construir complejas secuencias de acción -como el arrollador arranque de la historia o la alocada persecución en la selva amazónica- plasmadas con tal nivel de ingenio, energía y pulcritud que para sí quisieran la mayoría de los realizadores más jóvenes del momento.
 
Es inevitable que la nostalgia juegue un papel determinante en nuestra valoración final de la cinta, pero con esa baza ya se contaba desde la concepción misma del proyecto, por lo que no se escatiman referencias a los anteriores capítulos de la serie. Conocedores de quienes son sus seguidores, Spielberg y Lucas juegan constantemente con la complicidad del espectador incondicional, sin que se aprecie el más mínimo intento por captar adictos de nuevas generaciones que, educadas en el género de acción por sagas como Piratas del Caribe o Harry Potter, difícilmente pueden sentir interés por las andanzas del veterano buscatesoros. El héroe se ha hecho mayor así como sus creadores y, por qué no decirlo, su público; pero lo que no envejece es la aventura misma encarnada por el más carismático arqueólogo en la historia del 7º arte. Como nos viene a decir el guiño final del film –que por supuesto no revelaremos- no solo Indiana Jones sigue activo y vigente sino que además, es insustituible.
 
M.M.M.
 
Valoración: 7/10

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