Cabecera
Página principal | Actualizaciones | Reseñas CD | Artículos | Compositores | Críticas | Vídeos | Wallpapers | Enlaces

Haz click en la imagen para ampliarla

QUANTUM OF SOLACE

Título original: Quantum of Solace
Año: 2008
País: Gran Bretaña
Duración: 106 min.
Director: Marc Foster
Guión: Paul Haggis, Neal Purvis, Robert Wade
Producción: Barbara Broccoli, Michael G. Wilson
Música: David Arnold
Fotografía: Roberto Schaefer
Ficha artística:
Daniel Craig, Olga Kurylenko, Mathieu Amalric, Judi Dench, Giancarlo Giannini, Gemma Arterton, Jeffrey Wright, Jesper Christensen
 
 

SINOPSIS: Las pistas facilitadas por Vesper Lynd antes de morir revelan la existencia de una poderosa organización criminal conocida como Quantum. 007 seguirá la pista a una de sus cabezas visibles, Dominic Greene, que tras la fachada de su empresa dedicada a la ecología esconde oscuros negocios de especulación y extorsión; pero para Bond, ésta llegará a ser una misión con no pocas implicaciones personales.

El inevitable desconcierto inicial que provoca el visionado de Quantum of Solace se debe muy probablemente a las elevadísimas expectativas generadas por el título precedente, de las que, aparte de la indudable calidad inherente al producto, tan causantes son los distribuidores con sus maniobras publicitarias como un público demasiado acomodaticio ante el estímulo positivo; y no es que esa turbadora primera impresión sea necesariamente un problema, siempre que seamos capaces de procesar y asimilar lo que está ocurriendo en el universo de 007.
 
Al margen ya de las coincidencias argumentales entre Quantum of Solace y Licencia para matar –que son unas cuantas- en el status actual de la exitosa serie se establece un llamativo paralelismo con los años en los que Timothy Dalton lucía la pajarita; la arriesgada apuesta por un actor casi desconocido, un giro abrupto en la orientación estilística, una primera película como toma de contacto y luego, una vez aceptadas las nuevas propuestas, el salto al vacío. Solo que ahora, el mayor esfuerzo creativo por parte de los artífices, y los propios condicionantes del momento histórico y artístico que vivimos, han propiciado que el experimento triunfe. Esta vez el mundo, lejana ya la jovial candidez de los 80, sí estaba preparado para encarar el reverso áspero e impiadoso de un vengativo James Bond que ha descuidado temporalmente su templanza.
 
De esta forma, además de obtener desquite por el quebranto de aquel bienintencionado propósito, la casa Broccoli se permite adentrarse por sendas inexploradas y completar así la desactualización del personaje que ya se inició en Casino Royale, a sabiendas de que el espectador del siglo XXI, más curtido emocionalmente y aclimatado a las ambigüedades sociopolíticas, podría acoger de buen grado al inconformista ejecutor desbordante de testosterona y con reflejos de misoginia en que se ha convertido un Bond que, a diferencia de sus predecesores, se rebela contra las ataduras morales de la época que le ha tocado vivir.
 
 
Al contemplar desde esta nueva óptica más introspectiva y descarnada las máculas en la intrincada personalidad del espía –la arrogante indisciplina, la facilidad para apretar el gatillo, su libertina visión del sexo opuesto- nos cuesta ya aceptarlas como aquellas inocentes travesuras que reíamos a los anteriores intérpretes, y son esas fisuras en un caparazón imperfecto las que, en definitiva, proveen de humanidad al personaje y lo hacen atractivo a nuestra percepción. Lo mismo ocurre con el propio servicio secreto, también arrastrado en esa carrera hacia la credibilidad y retratado ahora como una entidad vulnerable cuya eficacia y métodos –entre los que se encuentran la ejecución y la tortura- son por vez primera cuestionables. Ya se presupone que los efectos colaterales derivados de este nuevo enfoque no siempre serán bien recibidos por el incondicional de la saga quien, poco familiarizado con el aspecto terrenal y antiheróico del legendario superagente, prefiera quizá mayores dosis de fantasía, desenfado y ese regusto kitsch inmanente al mito desde sus orígenes, pero tras tantos años de incombustión los productores han aprendido que no pueden satisfacer las exigencias de todos.
 
 
El arrollador éxito cosechado en todo el mundo por Casino Royale, hacía pensar que los creadores elegirían el camino seguro manteniendo en la continuación las propiedades que tan beneficiosas resultaron, pero a estas alturas ya sabemos que la mente inquieta de Barbara Broccoli no se decanta por iniciativas fáciles carentes de riesgo. A la apoteósica iniciación de Bond que supuso la primera le sigue una película de transición proyectada primordialmente como nexo entre lo pasado y lo venidero (Solo así se justifica la simplicidad de la historia y el escaso peso de los personajes), y cumple su cometido abriendo aún más puertas de las que cierra tanto a nivel argumental como narrativo, siendo este último aspecto el apartado más controvertido de la empresa. Los marcados contrastes entre las frenéticas escenas de acción y los intervalos más reflexivos, ponen en tela de juicio la elección de un realizador intimista como Marc Foster, que seguramente dependió demasiado del director de segunda unidad, Dan Bradley, reclutado tras su eficiente labor en los dos últimos títulos de la trilogía de Jason Bourne. El irregular resultado se aproxima excesiva e innecesariamente al agitado estilo visual característico del agente amnésico, al que Bond nada debe.
 
Pero si algo ha demostrado la desigualdad entre estas dos últimas aventuras que tan bien recibidas han sido por el gran público, es que el futuro no está escrito; a partir de este punto de ruptura, la serie puede tomar cualquier dirección, y aunque la calidad del producto conseguido siempre podrá ser discutible, no así el arrojo y la visión de una emprendedora cineasta que, como dice Tom Jones en su canción Thunderball, conoce el significado del éxito.
 
M.M.M.
 
Valoración: 5/10

Volver a Críticas

Quiénes somos | Contacta con nosotros | ©2007 Legend BSO