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JOHN RAMBO

Título original: Rambo
Año: 2008
País: USA
Duración: 92 min.
Director: Sylvester Stallone
Guión: Sylvester Stallone
Producción: Avi Lerner, Kevin King, John Thompson, Sylvester Stallone
Música: Brian Tyler
Fotografía: Glen MacPherson
Ficha artística:
Sylvester Stallone, Julie Benz, Paul Schulze, Matthew Marsden, Graham McTavish, Ken Howard, Rey Gallegos, Jake La Botz, Tim Kang
Trailer en V.O.

SINOPSIS:

Un grupo de misioneros solicita la ayuda del retirado John Rambo para llegar a la frontera de Birmania con su cargamento de suministros médicos. Los benefactores son secuestrados por la guerrilla y, muy a su pesar, el ex-militar deberá volver a las armas para participar, junto con varios mercenarios, en el rescate de los cautivos.

El que retornen algunos de los que fueron ídolos en la época dorada del cine de acción como Indiana Jones, John McClane, Rocky Balboa o John Rambo, no solo obedece al desgaste artístico y económico de sus protagonistas –que por supuesto influye- sino también a la necesidad de importar a nuestros días iconos que no han dejado herederos. Puede que el siglo XXI tenga a Spiderman, Jack Sparrow, Jason Bourne u otros paladines por el estilo, pero el público de hoy, inconstante y con tendencia a la renovación, se resiste a instaurar nuevos mitos.

Ya en 1996, John Carpenter se dio cuenta de que la oferta de héroes era insuficiente para cubrir la demanda, por lo que trajo de vuelta, con una notable carga de nostalgia y, al mismo tiempo, autoparodia, a ese incombustible Snake Plissken suyo. Pero Stallone no es Carpenter.
 

Si en todos estos años el semental italiano no ha aprendido nada sobre cine, sí hay una idea de la que ha tomado plena conciencia; ya no necesita justificarse ante nada ni nadie. La corrección política es sacrificable; la supervivencia, la patria o la amistad ya no son conceptos necesarios para avalar los violentos actos y dudosos principios de un ejecutor que reconoce que mata porque es su mayor habilidad y que, por mucho que acuse malestar ante las injusticias de su entorno, solo se decide a tomar partido cuando una atractiva misionera norteamericana –encarnada por la televisiva Julie Benz- le mira con ojos candorosos.

Stallone sabe que se debe a las exigencias de un público muy determinado; por ello su única preocupación es ofrecer toda la violencia gratuita que cualquier seguidor de su currículo espera de él. Para lograrlo propone un ingenuo guión cuya parquedad de diálogos roza el ridículo, y un previsible planteamiento argumental, más básico que el de cualquier videojuego, tan solo enfocado hacia el climático festival de casquería infográfica que tiñe el último tercio del metraje. Por no mencionar los vacuos figurantes –no merecen ni la calificación de personajes- que protagonizan esta insípida trama bélica; deshumanizados guerrilleros candidatos a ser literalmente desintegrados por la ametralladora del ex boina verde, o impersonales misioneros incapaces de arrancarnos ni el más minúsculo sentimiento.

 

Hay que admitir que el film es directo y sincero; pero la honestidad es una virtud que, en si misma, no solo ha dejado ya de sorprender, sino que además es insuficiente si no se acompaña de unos mínimos de calidad a los que el realizador-productor-escritor-actor ni se aproxima. Su precaria producción, absolutamente carente de emoción o ingenio, explora el lado más casposo de la serie B, ese que no tiene gracia ni encanto y del que en su día fueron abanderados otros “talentos” de la talla de Dolph Lundgren o Chuck Norris.

 

Atrás quedaron los malogrados Jerry Goldsmith (Torpemente emulado por Brian Tyler) y Richard Crenna, el célebre coronel Trautman (Recordado en un flashback), presencias esenciales sin las cuales difícilmente se podía llevar a buen puerto esta empresa cuya inesperada falta de medios desmerece un acabado visual demasiado pobre para una cinta de este tono. Incluso los fieles más incondicionales merecían mayores dosis de aventura y espectáculo.
 
¿Quedaba algo por decir sobre este caducado personaje que impulsara su resurrección? Definitivamente no, y menos de forma tan primaria e insulsa. Con las últimas entregas de sus personajes fetiche, Stallone ha demostrado de lo que es capaz y, sobre todo, de lo que no; ya no le queda sino volver a desvanecerse en la bruma del olvido, y aceptar de una vez que ese es su sitio.
 
M.M.M.
 
Valoración: 7/10

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