Uno de los más
peculiares y desquiciantes directores del panorama actual, Darren
Aronofsky, plantea en The Fountain (La fuente de la
vida) un relato apoyado en tres planos existenciales que se
entrelazan para dar forma a una declaración de amor más
allá de la muerte.
A caballo entre la realidad, la ficción de una novela y un
viaje espiritual al confín del espacio y el tiempo, esta
alegoría sobre el amor eterno no debe dejar indiferente a
nadie por su riqueza narrativa, su componente visual y el excelente
trabajo interpretativo que la acompaña.
Hugh Jackman, cuya carrera (lanzada por el papel
de Lobezno) se encuentra en pleno auge tras trabajos
de gran tirón comercial como The Prestige o X-Men:
The las stand, saca tiempo para deleitarnos con un excelente
registro dramático en el que es, probablemente, el papel
más exigente de su trayectoria. Rachel Weisz por su parte,
que me robó la imparcialidad en El jardinero fiel,
mantiene el alto nivel del filme y consigue encandilar con su
pálida belleza.
Regalándonos la vista y el oído
con una impactante fotografía colorista y una excelente
banda sonora de Clint Mansell (en su 3ª colaboración
juntos tras Pi y Réquiem por un sueño),
consigue tensarnos durante los 97 minutos más sensitivos
que recuerdo en mucho tiempo sobre una butaca de cine.
Aquel que se deje llevar por las imágenes
más impactantes del trailer promocional, y espere la épica
mal entendida que últimamente parece anegar las salas de
proyecciones, probablemente salga decepcionado de la sala. Recomiendo
ir a verla sin ideas preconcebidas y cada nervio del cuerpo predispuesto
a sentir; gustará o no, pero hay que reconocer la extraordinaria
intensidad del filme y no se puede negar que es un largometraje
fuera de lo corriente y eso, para lo que acostumbra la cartelera,
es mucho ver.
Aronofsky ha vuelto a dar en el clavo con una
historia de siempre contada como nunca. Un drama fantástico
altamente recomendable.
Acábalo, me dice al oído.
Acabo.
J.J.L.S.