Si hacemos un repaso a la filmografía de Paul Verhoeven durante sus años en Hollywood, observamos que su cine –quizá con la excepción de Instinto Básico, donde la escritora encarnada por Sharon Stone supone el núcleo de toda la acción- no se centra tanto en la complejidad de los personajes como en el entorno en el que estos se mueven, un poco como si fueran marionetas arrastradas por los mundos bizarros de que tanto gusta el realizador holandés. Las colonias marcianas de Desafío Total, el corrupto Detroit del futuro en Robocop, los campos de entrenamiento o los hostiles planetas donde batallan los soldados en Starship Troopers…

Esa particularidad se refleja claramente en las bandas sonoras que grandes maestros como Poledouris o Goldsmith han creado para estos films, ya que al no estar al servicio de la psicología de los protagonistas, se sacrifica el intimismo y se tiende más bien a retratar la grandilocuencia de la acción o de los escenarios.

Por eso llama la atención que, ahora que Verhoeven decide volver al cine mayor compromiso argumental, haya contado para la ocasión con una partitura tan distante y escasamente implicada como es la que ha creado Anne Dudley para The Black Book. Y sorprende porque esta autora, en su vertiente más lírica, es capaz de alcanzar altas cotas de dramatismo, como ya demostró en American History X.

Dudley nos ofrece un trabajo totalmente sinfónico para el cual no se ha tomado demasiadas molestias creando melodías, sino que casi siempre opta por partir del hermoso tema central dedicado a la protagonista para luego jugar con él y desarrollarlo en distintas direcciones. Su música es superficial y directa; poco nos habla de emociones profundas o del alma de los protagonistas, sino más bien del impacto inmediato de sus vivencias mediante golpes orquestales o tensos pasajes de cuerda –directamente heredados de  los que ideó Goldsmith para la antes citada Instinto básico- que contribuyen eficazmente a crear el suspense requerido por la cinta.

En favor de esta obra hay que mencionar el correcto aprovechamiento de la orquesta, y un acabado eficiente y sólidamente ejecutado. Pero hay elementos en contra; el excesivo uso del leitmotiv central que llega a resultar monótono, la escasa duración de algunos cortes que impide que lleguen a tomar consistencia, y la dificultad –posiblemente pretendida- para transmitir sentimientos. Sin duda, Verhoeven merecía algo mejor en su esperado regreso a la pantalla.

M.M.M.