NATIONAL TREASURE:
BOOK OF SECRETS
(La búsqueda: El diario secreto)
Compositor:
Sello / Ref.
EMI/Walt Disney
Pictures iTunes Plus
Año:
2008
Duración:
22 min.
Lista de cortes:
1. Page 47 (02:39)
2. Cibola (05:16)
3. Spirit of Paris (02:21)
4. City of Gold (02:14)
5. So! (01:47)
6. Bunnies (02:03)
7. Gabby Shuffle (01:52)
8. Franklin's Tunnel (04:28)
Muchos de los trabajos de Trevor Rabin son fácilmente
confundibles con los de cualquier cerebrito de Remote Control
Productions (antes Media Ventures).
Su estilo a veces machacón, plagado de sintetizadores y
percusión, en clara similitud con los discípulos
de Hans Zimmer, satura las escenas de acción de cualquier
filme que toca, aunque (por su trivial naturaleza: Torque,
Bad Boys II, Deep Blue Sea...) no desentona
con los mismos. National Treasure: Book of Secrets no
es diferente; quizá no alcance la violencia orquestal de
su predecesora, pero su extremado parecido, incluyendo su exigua
duración, hacen de este trabajo una muestra de vagancia
ejemplar. Por el momento no está disponible más
que en descarga a través del ITunes; desconocemos si en
un futuro se editarán discos con más material, pero
que hagan ya cuatro años de La búsqueda
y sigamos sin tener nada más allá de los 38 minutos
que componían su banda sonora, hace esperar poco de esta
secuela.
Tan sólo 2 minutos y 39 segundos de la duración
total de la partitura (me entra la risa al releer esta
expresión) son dignos de mención: Page
47. Eso sí, reconocérselo, la exquisita
revisión del leitmotiv que creara en la primera película
protagonizada por la familia Gates, con un precioso arranque de
violines y viento, y la inclusión de coros (ausentes en
National Treasure), hacen de este solemne tema un dechado
de virtudes en medio de una marejada de desatinos.
Es una lástima que momentos tan inspirados se queden en
anécdota. Creo recordar que lo mismo pensé al escuchar
Armageddon por primera vez: un score donde los momentos
melódicos son de gran belleza pero ceden protagonismo ante
la acción y la espectacularidad de la cinta, que son más
amigos de la fanfarria que de la sinfonía.
El tiempo pasa para Trevor Rabin y quizá se esté
desaprovechando su talento en proyectos de escaso calado emocional
para los que, tengo el extraño convencimiento, tiene el
tacto necesario.