El trabajo de Hans Zimmer para la tercera entrega
de Piratas del Caribe es la consumación de lo que
en El Cofre del Hombre Muerto ya resultaba evidente, un
intento de enterrar en el olvido el score de Klaus Badelt para La
Maldición de la Perla Negra.
Si ya en el segundo filme nos decepcionaba con
partituras de excesiva comicidad y arreglos sobre el tema principal
de la saga nada favorables, culmina la (hasta ahora) trilogía
con una banda sonora muy independiente de las predecesoras, sin
apenas protagonismo, desvanecida de la película por momentos
e incluso fuera de lugar en escenas puntuales.
Buen ejemplo de ello es el corte 8, Parlay,
en el que Zimmer confunde la arena de un islote con la del desierto
de Tabernas y nos descoloca con unos acordes más propios
de un "spaghetti western".
Su gusto por la fanfarria y los ritmos acelerados hace que
echemos de menos la partitura de Badelt a la que tan sólo
recurre al final de Singapore, si bien cabría
destacar algunos retazos de gran belleza mediado el tema At
Wit’s end.
El uso de corales al que nos tiene acostumbrados en
los momentos más dramáticos y que tan bien funcionaron
en cintas como Gladiador o La Roca, no encajan con soltura
en Piratas del Caribe: En el fin del mundo, quizá
por la falta de seriedad de esta en comparación con las mencionadas.
Para ser sinceros no esperaba que el de Frankfurt
supiese corregir los errores que cometió en la anterior entrega,
pero estando ante el compositor de más de 100 partituras
que han cosechado una treintena de premios (entre los que se cuenta
un Oscar por The Lion King en 1995, dos Globos de Oro y
un Grammy) a uno le queda la esperanza de la rectificación
(que algunos llaman arte).
En definitiva, una banda sonora sin gancho que
se amolda perfectamente a la falta de interés que despierta
la película de Disney. Ambos tuvieron tiempos mejores…
Ved, escuchad y forjaos vuestra propia opinión.
J.J.L.S. |