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QUIGLEY DOWN UNDER
Compositor: BASIL POLEDOURIS
Sello / Ref. Prometheus XPCD162
Duración: 74 minutos
Año: 1990 / 2006
Lista de cortes:

1. 

Main Title (03:19)

2. 

The Fight (04:57)

3. 

The Redcoats Move On (01:54)

4. 

The Arrival (01:52)

5. 

The Test (01:03)

6. 

Marston's Game (01:00)

7. 

Quigley Pans Out (00:48)

8. 

Quigley Gets Beat Up (01:50)

9. 

The Stabbing (02:02)

10. 

Desert Trek (02:56)

11. 

The Aborigines (01:18)

12. 

Native Montage (02:12)

13. 

Cora's Story (03:19)

14. 

Marston's Attack (03:33)

15. 

Royus Interrupts (01:34)

16. 

The Cliff (01:08)

17. 

The Bodies (00:33)

18. 

The Baby (01:50)

19. 

You'll Be Back (01:13)

20. 

Dingo Attack (02:41)

21. 

The Fire (02:59)

22. 

Under The Boat (03:00)

23. 

Quigley & Cora (02:37)

24. 

The Gift (05:26)

25. 

The Warning (01:37)

26. 

The Attack (02:51)

27. 

The Capture (02:44)

28. 

After The Gunfight/Freedom (03:35)

29. 

The Aborigines Return (02:56)

30. 

Matthew Quigley/End Credits (05:24)

 
Quigley down under 1 Quigley down under 2
 

La firma Prometheus continúa en su empeño por relanzar ediciones expandidas de aquellos cds –muchos de ellos del sello Varese Sarabande- que en su día tanto irritaron a los aficionados por lo incompletos que resultaban; y, dentro de esa encomiable labor, no hay elogios suficientes para describir lo mucho que ha beneficiado al desaparecido Basil Poledouris.

Si el verano pasado pudimos disfrutar de una versión extendida de Farewell to the King, estas navidades llegó la justicia para Quigley Down Under, titulada en España Un Vaquero sin Rumbo, que aunque no sea una de las obras más conocidas del maestro, sí lo es de las más completas e inspiradas. Su riqueza sólo podemos apreciarla en esta nueva y completada edición, que consta de 30 temas y una duración de 74 minutos, contra los 11 temas y 40 minutos del antiguo cd de Intrada.

El film de Simon Wincer nos cuenta la historia de Mathew Quigley (Tom Selleck), un cow-boy a la antigua usanza con una puntería infalible, que viaja hasta Australia para ponerse a las órdenes de Marston (Alan Rickman), propietario de un rancho. Quigley había sido contratado para eliminar coyotes, pero el ranchero pronto le revela que lo que en realidad espera de él es un implacable y sistemático exterminio de aborígenes, inspirado en la limpieza racial que en América se llevaba a cabo con los indios. Naturalmente surge el conflicto, y así empieza la gran aventura de Quigley al otro lado del mundo.

Poledouris ya había colaborado con Simon Wincer en la miniserie Lonesome Dove (La Paloma Solitaria), un nostálgico western crepuscular, y después de los buenos resultados obtenidos, ya tenía claro lo que el realizador esperaba. Por tanto parte de la misma premisa, si bien para esta ocasión era necesario disminuir la carga lírica y trabajar en pasajes de acción, según marca el tono del film.

Haciendo gala de su habitual buen hacer, Poledouris fundamenta su obra en la opulencia orquestal, moderadamente adornada con ribetes electrónicos. A los instrumentos acostumbrados –en especial viento y cuerda, con los que crea vistosas sonoridades en la más clásica tradición del western- añade guitarras y un frenético banjo, que aporta el requerido tono country y una sensación de desenfado muy acorde con el personaje principal. Los vigorosos temas de acción se alternan con melancólicas melodías en este trabajo tan tremendamente descriptivo que permite leer sentimientos a través de cada nota.

Podríamos decir que estamos ante uno de esos casos en que, no se sabe bien si deliberadamente o por casualidad, las excelencias de la partitura sobredimensionan las pretensiones creativas del propio realizador; pues a la vista de la dirección funcional de Wincer, la simplicidad de los diálogos o la convencional interpretación de los actores, es difícil imaginar que la intención inicial al concebir esta historia de aventuras, fuera dotar a los personajes de esa profundidad que les confiere el complemento musical. La maestría del compositor convierte lo que hubieran sido huecos figurantes en seres con alma y sentimiento, hasta el punto que determinados pasajes –tomemos como ejemplo el bellísimo y desgarrador tema de Cora- desbordan la sencillez de las imágenes.

La especialidad del gran Basil Poledouris durante sus años dorados era convertir en obra maestra aquello que tocaba; así que, al margen ya del film, esta memorable composición merece y ocupa un puesto privilegiado dentro de la trayectoria del autor y de la historia de la banda sonora en general. Una joya que ningún aficionado debería perderse.

El 8 de noviembre del 2006, el mundo de la música de cine se ensombreció ante la prematura pérdida de uno de sus últimos mitos. Sirva este lanzamiento como muestra del legado que nos deja, y como un merecido homenaje póstumo que ojalá venga seguido de otros muchos.

M.M.M.

 
Valoración: 6,5

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