Pese a mi natural rechazo hacia Brian Tyler, esperaba con expectativas su partitura para esta nueva entrega de Rambo, sobre todo por el morbo de comprobar qué tal se apañaba a la hora de suceder el trabajo de un maestro que impregnó de genialidad la anterior trilogía. Pero claro; ¿Qué se podía esperar?

Si estuviéramos hablando de cualquier otro autor, el haber optado por reducir al mínimo la utilización de los motivos compuestos por Goldsmith dando prioridad a la creación propia, sería una decisión meritoria digna de alabanzas; en este caso lo cierto es que, exceptuando esos momentos aislados en que reconocemos las notas concebidas por el desaparecido artista, la música de Tyler es soberanamente aburrida.

Tyler sucumbe a los vicios comunes en la mayoría de sus compositores contemporáneos, para los que las agitadas escenas bélicas deben acompañarse con música muy ruidosa y de escaso contenido. Los anodinos pasajes de acción, que suponen buena parte del score, se sustentan sobre melodías simplistas y acelerados ritmos de percusión donde la creatividad brilla por su ausencia.

En cortes como Aftermath, el joven compositor se atreve con un sonido de carácter intimista, pero sus pretensiones de lirismo terminan en cursilería, pues sus melodías son impersonales, no transmiten emoción alguna y parecen creadas en serie por él o por cualquier otro autor de su generación.

La mediocridad es la nota predominante de esta obra insustancial, que se hace interminable a cualquier oído con un mínimo de exigencia y se sumerge en la vulgaridad que domina el maltrecho horizonte actual de la música de cine.

M.M.M.