En el mercado discográfico, generalizando un poco, nos podemos encontrar con dos tipos de bandas sonoras: Las sinfónicas y los discos que recopilan canciones más o menos poperas metidas con calzador, por lo general, en escenas de transición o títulos de crédito.

Las primeras son las que nos hacen a unos pocos crear una página web, acudir cada año a Úbeda y conocer apellidos como Poledouris, Umebayashi o Rózsa. Las segundas son un ejercicio de inmoralidad que se aprovecha de la tontuna general para sacar tajada del mundo del cine, son para un viaje de 10 minutos a la playa, son para mezclar con Coldplay, El canto del loco o Andy y Lucas, que para gustos, colores.

La música de Slumdog Millionaire no tiene absolutamente nada que ver con Poledouris y tampoco con Colplay, pero sí desprende un tufillo a remix vacacional propio de un malote playero y no me sorprendería lo más mínimo que los temas que hoy acompañan a las constantes carreras de Jamal Malik mañana sean la canción del verano en las discotecas de medio Sudeste Asiático.

Ciñéndonos a la película, el retratista y colorido romance que supone el largometraje de Danny Boyle admite este y ningún otro tipo de orquestación, y la fuerza vocal de los 13 temas que componen el score es adecuada para reforzar la experiencia visual y dramática que supone el filme, pero alejado de la pantalla se hace un tedioso trabajo, imposible de entender.

Como tampoco se entiende que la Academia americana lo haya galardonado con la codiciada estatuilla del tío Oscar.
La alarmante falta de trabajos de gran categoría este año no es excusa para premiar el festival de música rapera Bollywoodiense que es Slumdog Millionaire.

Para reafirmar su decisión, también premiaron con el título de mejor canción a Jai Ho, que junto con Paper Planes de la británica M.I.A., son ciertamente audibles en solitario, pero se ahogan entre 51 minutos de rap y hi-hop hindú, perdiendo impacto.

Por mucho que haya bajado la audiencia de la gala de los Oscar y por mucha crisis (tenía ganas de incluir la palabra de moda) que azote a las batutas de nuestra época, no creo que buscar público en otros continentes a costa de concesiones de este tipo sea lo más inteligente y desde luego no concibo cómo se puede beneficiar la industria del Cine de que el premio más importante para un compositor vaya a parar a manos de quien ha ido a parar, en detrimento de un siempre cumplidor John Williams, el versátil John Powell o el novel Angelo Milli, que ni siquiera entraron en liza por el dorado trofeo.

Francamente, aún no salgo de mi asombro...