Cuando no la hacían los propios compositores, el director titular, Juan Manuel Alonso, conducía con acierto el buen hacer de los músicos, y empezó por el repertorio del vasco Ángel Illarramendi. La orquesta supo captar con eficacia el lirismo característico del autor; flauta y conjunto de violines se hicieron los amos, compartiendo en ocasiones protagonismo con la voz de la mezzo-soprano María Caneda en Teresa, el cuerpo de Cristo, o permitiendo algún momento de generosidad orquestal como en El último viaje de Robert Rylands.

Luego Carles Cases mostró su habilidad y pasión al piano con su atípico estilo y combinación de tendencias; el más clásico sinfonismo se entremezcla con ritmos de jazz en un ejercicio vivaz y meritorio pero, desde luego, no apto para todos los oídos.

Christopher Gordon es poco conocido en España, sobre todo por lo escueto de su filmografía. En el año 2000 compuso la banda sonora de la miniserie On the beach, de la que ofreció una extensa suite dividida en dos partes. Su música es atrevida, en ocasiones extravagante, pero siempre poética y evocadora; y la orquesta respondió con corrección al particular sonido de este autor.

Y la última participación del evento fue la dedicada al presidente honorífico y, para muchos –entre los que me incluyo- estrella indiscutible del día; el prolífico Christopher Young quien, lamentablemente, optó por no dirigir (Si bien, desde su asiento en el anfiteatro, seguía su música con acompasados movimientos de cabeza). Pese a que la selección de su repertorio ayudó a mantener la uniformidad artística del espectáculo, la considero desacertada; y no porque los pasajes elegidos no estuvieran a la altura –de hecho me descubro ante la impecable interpretación de Shipping News que los músicos nos brindaron- sino porque Young es conocido por todos principalmente por su eficacia para el suspense y el terror.

Se echó en falta algún segmento dedicado a Hellraiser, Species, The Fly II, o cualquier otro título relacionado con ese terreno en el que el compositor se defiende tan bien; incluso el tema elegido de Spiderman 3 era un breve pasaje de transición, existiendo en la misma partitura momentos tan intensos como el del nacimiento del Hombre de Arena. Según yo lo veo, una ruptura en la línea general de lo oído hasta entonces habría beneficiado el dinamismo del concierto, y estoy seguro de que, pese a sus condicionantes, la pequeña orquesta habría respondido ante un esfuerzo adicional.

No podemos acabar sin mencionar el excelente talante de los compositores y su ejemplar actitud hacia los admiradores, muy especialmente en el caso de Young. Nos trató como amigos en todo momento, y estaba siempre disponible y predispuesto para estrechar manos, abrazar cariñosamente a sus seguidores y autografiar pacientemente cuantos compactos le acercábamos. Un ejemplo de profesionalidad y saber estar.

El ambiente propicio y la accesibilidad de los maestros, nos permitió acercarnos a ellos, saludarles y obtener fotografías que inmortalizan ese inolvidable momento.

Y así terminamos la noche del viernes, preparándonos para el plato fuerte que llegaría el siguiente día; el concierto de Alan Silvestri.