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Soncinemad 2007

El Teatro Monumental de la calle Atocha, sede habitual de la orquesta y coro de RTVE, acogió el concierto del sábado 30 que nos ofreció Alan Silvestri en el marco de la 2ª edición del Festival de Música de Cine de Madrid “Soncinemad” 2007.

Entre aplausos y de negro riguroso, como no podía ser de otra forma, el centenar y medio de músicos y coristas de RTVE hacían su entrada en el altillo del Teatro Monumental de Madrid. Con capacidad para 1600 personas, no tardó en llenarse y mientras algún rezagado ocupaba su asiento, y los compositores invitados al festival firmaban discos a los fans, los integrantes de la orquesta Filarmonía afinaban sus instrumentos bajo la guía de la primera violín Mariana Todorova Roeva.

Recibido con vítores y palmas, Alan Silvestri hacía su aparición en el escenario y, reverente, dedicaba una amplia sonrisa y agradecimientos a los presentes.

Abrió el concierto con una suite de Regreso al futuro (Back to the future, 1985-1990) compuesta por fragmentos enlazados de las tres entregas de la saga, durante la cual, desde el xilófono hasta la tuba y el último violín nos abrieron las orejas de par en par dejando adivinar una noche de sensaciones fuertes.

La perfecta ejecución de la partitura y la inmejorable acústica del Teatro recalcaron el loable pero infructuoso esfuerzo de la organización de Soncinemad, el día anterior en la sala 25 del Kinépolis, por llevar la música de cine a su lugar de proyección.

Tras la sabrosa apertura que nos hizo evocar esa época en la que todos queríamos ir en monopatín como Marty McFly, el neoyorkino pasó a Sólo los tontos se enamoran (Fools rush in, 1997), una de la piezas que, a mi juicio, debería haber descartado en beneficio de otras de mucha más importancia y calidad. Echamos de menos la excelente música de Depredador o la explosividad vocal que habría supuesto un tema de The Abyss para mayor lucimiento del coro en el Monumental.

El siguiente tema, extraído de la película Un ratoncito duro de roer (Mouse hunt, 1997), tan poco impactante como el anterior, puso al descubierto sin embargo el oficio y talento de la orquesta que tuvo que emplearse a fondo para interpretar el variado y difícil juego de cuerda propuesto por Silvestri, que les llevó hasta a rasgar las cuerdas de los violines a imitación de los arañazos de un ratón.

Si hubo por un momento algún atisbo de apatía, llegó el Juez Dredd (Judge Dredd, 1995) para quitárnosla de encima.
Una imponente suite de más de 5 minutos en la que hizo su aparición el coro por primera vez, fue ejecutada de forma soberbia por voces e instrumentos, y su partitura de intensidad creciente sacó el máximo partido del auditorio, haciendo estallar de júbilo al millar y medio de presentes que dieron una sonada ovación al compositor americano, el cual se permitió un momento de celebración de lo más cómico y aprovechó para saludar a sus colegas de profesión Trevor Jones y Chistopher Gordon, que se encontraban, al igual que los demás músicos invitados por Soncinemad, repartidos entre el patio de butacas y los anfiteatros.
Fue, sin duda, el momento más efusivo de la noche.

La melódica Contact (Contact, 1997) nos bajó las pulsaciones del máximo al mínimo, dando paso a un tema de Rápida y mortal (The quick and the dead, 1995) que, haciendo honor a su nombre, terminó en un suspiro de poco más de tres minutos y nos dejó con buenas sensaciones pero ganas de más.

La 1ª parte del concierto se cerró con otro tema del que se podría haber prescindido, El padre de la novia (Father of the bride, 1991), pero que dejó como curiosidad una variación del Canon de Pachelbel integrado en la partitura del filme.


Una composición de ocho minutos de El regreso de la momia (The mummy returns, 2001) abrió la segunda parte del concierto. Evidenciando la riqueza de la música sinfónica en directo, las voces del coro y la variada orquestación de la pieza resonaron en nuestros oídos despertando sensaciones que el disco no había conseguido en su día.

Le siguió Noche en el museo (Night at the museum, 2006) denotando la falta creativa de Alan Silvestri en los últimos años, en los que se ha decantado más por proyectos comerciales orientados al público infantil.
Afortunadamente, y adelanto un poco de lo que iba a suceder, parece que retomando la estrecha relación que le une a Robert Zemekis, con Beowulf ha encontrado de nuevo la inspiración.

Náufrago (Cast Away, 2000), lenta y evocadora, volvió a adormecernos antes de la animada suite de Polar Express (The Polar Express, 2004), otro tema de corte infantil que Silvestri, entre sudores y enrojecido por el calor y el esfuerzo, presentó levantando el libreto de partituras con un irónico ‘It feels like Christmas’ que obtuvo las carcajadas de los presentes.

Para rematar la faena, llegó la esperada suite de Forrest Gump (Forrest Gump, 1994) que volvió a sacar partido del espléndido coro de RTVE y sobre todo de la cuerda que, hacia el minuto siete, con un crescendo de violines, nos hizo recordar el oscarizado filme con un espléndido Tom Hanks al que, por un momento, me pareció ver correr por el patio de butacas del Monumental.

Y como colofón, en primicia mundial, la banda sonora de Beowulf.
La película, que verá la luz en Noviembre de este año, es la última colaboración entre Zemekis y Silvestri, una de las parejas que mejor rendimiento ha dado en las últimas dos décadas del séptimo arte. Se esperaba con impaciencia.

Un tema de más de siete minutos lleno de matices y que se presta a más de una audición para captarlo en toda su riqueza, sonó magnífico en el Teatro y pudimos captar pinceladas que recordaron a la obra maestra de Poledouris, Conan el Bárbaro, e incluso a El Cid de Rózsa, pero con personalidad propia.
Con un marcado toque medieval por momentos, evocando la poesía épica en la que se basa el filme, ha despertado expectación y la esperanza de que se recuperen viejos valores ya olvidados en la música de cine actual en lo que a películas de aventuras y acción se refiere.

Al terminar la pieza, tras una intensa ovación en el que era su primer concierto, acostumbrado a realizar su trabajo en un cuarto ('bonito, pero un cuarto' - dijo), afirmó que le había gustado la experiencia y expresó su agradecimiento al público. Se pidieron bises intensamente pero Silvestri se escudó en que debía volver a casa (su estancia en Madrid fue fugaz) y en lo agotador del concierto, que demostró quitándose la chaqueta para mostrarnos su empapada camisa.
El respetable, entregado al compositor, perdonó todo.


El interés creciente en España por las bandas sonoras nos está reportando memorables sensaciones y vivencias. Desaparecidos grandes maestros y retirados otros, nos habría gustado que esta tendencia hubiera surgido mucho antes, pero al menos nos está permitiendo disfrutar de la música de muchos que, a la sombra de las grandes figuras como Goldsmith o Poledouris, llevan décadas plasmando sobre el pentagrama el alma del cine.
Gracias Alan.

Por J.J.L.S.

 
Enlaces a páginas no oficiales con información del compositor:
 

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