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Unbreakable

EL PROTEGIDO (Unbreakable, 2000)

Elijah Price (Samuel L. Jackson) padece una terrible enfermedad ósea que lo convierte en un hombre extremadamente frágil. En su difícil existencia su principal vía de escape siempre han sido los cómics, que ha aprendido a ver como una críptica interpretación del mundo real; y esa convicción le lleva a creer que existen seres superiores destinados a salvaguardar a los débiles. Por eso, cuando conoce a David Dunne (Bruce Willis), el único superviviente de una catástrofe ferroviaria, está seguro de haber dado  con uno de esos seres.

Sello / Ref. Hollywood Records HR-62290-2
Duración: 45 minutos
Año: 2000

Lista de cortes:

1. 

Visions (05:57)

2. 

Reflection Of Elijah (04:08)

3. 

Weightlifting (03:43)

4. 

Hieroglyphics (02:01)

5. 

Falling Down (02:27)

6. 

Unbreakable (03:23)

7. 

Goodnight (02:25)

8. 

The Wreck (03:46)

9. 

Second Date (01:31)

10. 

School Nurse (01:22)

11. 

Blindsided (01:55)

12. 

The Orange Man (02:29)

13. 

Carrying Audrey (02:36)

14. 

Mr. Glass / End Title (07:40)

En el año 2000 nos llega la segunda colaboración de este tándem milagroso, que viene de antemano con un inconveniente y una ventaja. El inconveniente es que, tras la sorpresa que supuso El sexto sentido con su innovador estilo explicativo y su sorprendente desenlace, todos creímos conocer a Shyamalan y no pudimos evitar cierta predisposición al ir a ver su nueva incursión; la ventaja es que todos nos equivocábamos.

A medida que avanza El protegido, el espectador espera impaciente cual será el giro argumental con que este realizador-guionista nos va a desconcertar. ¿Estará David Dunne muerto, como el personaje del film precedente? ¿Despertará de un sueño y todo será imaginario? Pero afortunadamente la sorpresa de esta nueva gran película es que no hay tal sorpresa, y que Shyamalan es también capaz de contar hábilmente una historia lineal donde los personajes, sus comportamientos y relaciones evolucionan hacia una conclusión no necesariamente catártica.

Tras el notable éxito de taquilla de El sexto sentido, M. Night Shyamalan ya se siente con fuerzas para acometer una misión arriesgada, afrontando un peculiar argumento con procediminentos narrativos que probablemente no llegarían al público con facilidad; y cuando apenas había empezado la moda de trasladar personajes enmallados del cómic a la pantalla, y mucho antes de que la serie Héroes reventara las televisiones de todo el mundo, nos trae el drama de un hombre corriente de mundanas aspiraciones que debe enfrentarse al descubrimiento no deseado de que posee habilidades sobrenaturales que lo diferencian del resto de los mortales.

David Dunne
Esta base argumental se explora desde un prisma lejano a posibles atractivos comerciales, sin heroísmos ni grandes choques visuales, y de ahí la complejidad y el nuevo reto que la empresa suponía para un Newton Howard que ya sabía de qué premisa partir, pues ya conocía las necesidades de este realizador que tiene la cualidad de extraer lo mejor de los artistas que trabajan para él. (Tómese como referencia la excelente interpretación de Willis en este film, probablemente la encarnación más lograda de su carrera).
David Dunne
Newton Howard se plantea esta vez diferentes objetivos, pues se enfrenta a una aventura urbana sin tanta trascendencia metafísica de por medio; sin embargo no por ello su tarea adolece de riqueza y contenido, y resulta apasionante comprobar cómo la música sucumbe al proceso de transformación del personaje central. Una vez más el trabajo de este compositor es maduro y sereno; comienza por temas dramáticos de oscura gravedad emocional, que describen el hostil mundo cotidiano en el que vive Dunne, y la intensidad de acontecimientos que le superan; pero como una impecable sinfonía la música evoluciona hasta ese claro punto de inflexión, tanto en la historia como en el score, que supone el magnífico corte The Wreck, donde las magistrales notas de Newton Howard acompañan gloriosamente a nuestro protagonista en la aceptación de su ser y, por tanto, de su destino.

Pese a sus emboscadas narrativas, Shyamalan siempre es honesto en sus intenciones, y ya desde el principio nos sugiere el nexo entre su historia y el fantástico mundo del cómic; nexo que llega a su consumación cuando, tal como el controvertido Elijah había predicho, cada personaje tiene definido su rol en el entramado. Por tanto, por simplista que pueda parecer, no podemos olvidar ciertas directrices básicas imprescindibles en los lances de cualquier superhéroe y que, de forma solapada y juguetona, están presentes en la odisea de David Dunne. Por ejemplo; un héroe debe tener un modus operandi (El seguimiento y la nocturnidad, en este caso); necesita un uniforme (El chubasquero que guarda triunfalmente una vez cumplida su misión); una identidad secreta (Salvo Elijah y su hijo, nadie conoce sus capacidades); y, por supuesto, un párrafo musical que lo identifique.

Así, un dramático tema de violín describe el sufrimiento interior del atormentado Mr. Glass en su lucha por descubrir su lugar en un mundo al que no encuentra sentido, mientras épicos acordes de amplia actuación orquestal ilustran la consolidación del recién nacido protector hasta su culminación en The Orange Man, donde para encumbrar la primera gesta benefactora de Dunne, oímos en su máximo esplendor la melodía que Newton Howard le ha asignado, seguida por una interpretación definitiva del leitmotiv del tema principal que supone el momento álgido de la partitura y uno de los más brillantes en toda la trayectoria profesional de Newton Howard.

Mr. Glass El clímax

Ya consumada la revelación, el score hace eco, en melódicos cortes como Carrying Audrey, del bienestar de un David Dunne que ha llenado su vacía existencia al asumir su sino; así como de la tensión que le aguarda cuando comprenda que aún le queda una desagradable verdad por descubrir.

Tras esta segunda hazaña juntos, ya hemos tenido vivas muestras de la maestría que estos dos genios potenciales pueden alcanzar juntos; y hemos aprendido que es inútil intentar predisponerse ante sus venideras creaciones.

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