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Unbreakable

EL BOSQUE (The Village, 2004)

En una pequeña aldea en Pennsylvania a finales de siglo XIX, la vida transcurre feliz y apacible salvo por un terrible condicionante; el bosque que la rodea está habitado por espantosos seres que dan cuenta de cualquiera que pretenda atravesarlo. Los aldeanos conviven resignadamente con esta limitación, hasta que un día la vida de Lucius Hunt (Joaquin Phoenix), depende de un medicamento que no existe en el pueblo. Por amor hacia él, la joven invidente Ivy Walker (Bryce Dallas Howard), decide cruzar el bosque enfrentándose a los peligros que encierra.

Sello / Ref. Hollywood Records 2061-62464-2
Duración: 42 minutos
Año: 2004

Lista de cortes:

1. 

Noah Visits (02:35)

2. 

What Are You Asking Me? (06:01)

3. 

The Bad Color (03:57)

4. 

Those We Don't Speak Of (03:59)

5. 

Will You Help Me? (02:34)

6. 

I Cannot See His Color (01:31)

7. 

Rituals (02:01)

8. 

The Gravel Road (04:31)

9. 

Race To Resting Rock (01:16)

10. 

The Forbidden Line (02:17)

11. 

The Vote (06:03)

12. 

It Is Not Real (03:36)

13. 

The Shed Not To Be Used (02:03)

Recuerdo que cuando se estrenó El bosque, una persona de unos 20 años me comentó que no le había gustado porque “había pocos sustos” (sic). Tan burdo comentario, además de decir mucho sobre la percepción artística de la criaturita en cuestión, da una idea de la condena que Shyamalan ha de arrastrar, irremisiblemente asociado por los distribuidores con el cine de terror convencional; cuando lo que en realidad este director nos cuenta son historias muy humanas que poco tienen que ver con ese rentable género cinematográfico.

Tras la reconciliación con el gran público que supuso Señales, Shyamalan se atreve con un trabajo muy personal, y en su atípica ejecución se permite dejar de lado conceptos como la verosimilitud o incluso la coherencia en el relato. En muchos sentidos, el realizador rompe con su propio estilo para traernos la más cáustica de sus historias, cargada de pesimismo, y no exenta de ironía en su discurso. Desde su misma concepción, El bosque es un proyecto anticomercial, predestinado a dividir opiniones y crear desazón en todo aquel que se enfrentara a este visionado con ideas preconcebidas, cualquiera que fuera la naturaleza de las mismas.

A diferencia de lo que ocurría en los films precedentes, el protagonismo en El bosque ya no recae solo sobre dos o tres personajes, sino que se divide –desigualmente, eso sí- entre todo un colectivo. De hecho, la comunidad entera es un ente vivo y unificado que por sí mismo conforma un personaje, el auténtico eje de la función que además, en su versión original, da título a la película.

En El bosque, Shyamalan alcanza su hasta ahora más alta cota de poesía y belleza plástica, consecuentemente volcada en las hermosas melodías creadas por Newton Howard, que captan a la perfección la inocencia y la armonía costumbrista de la sencilla vida en la aldea.
Ivy y Noah
Su música para esta particular alegoría se fundamenta sobre todo en bellísimos temas de violín, deliciosamente ejecutados por Hilary Hahn, una prestigiosa violinista norteamericana que ha demostrado su talento interpretando obras de los grandes clásicos como Bach, Beethoven, Mendelssohn o Shostakovich, y que solo tenía 25 años cuando realizó su excelentre trabajo para El bosque. (www.hilaryhahn.com).
Hilary Hahn
Aunque sus habitantes son felices en los quehaceres diarios y su ordenada existencia, la atmósfera claustrofóbica que se apuntaba en Señales se vuelve insoportable en este pequeño pueblo que bajo ningún concepto puede ser abandonado. A veces, la permanente amenaza del exterior rompe la armonía, y en cortes como Those we don’t speak of, -probablemente el más intenso del compacto- la música se identifica tanto con el pánico –mediante inquietantes ritmos percusivos- como con la esperanza y el consuelo a través del desbordante lirismo que crea el conjunto de violines.
Noche en el pueblo Pánico

Densas cadencias resueltas con piano y cuerda o la orquesta al completo –como en The Gravel Road- ilustran el complejo contraste entre belleza y terror, la gravedad de una forma de vida no elegida donde los más extremos sentimientos se enfrentan.

Terror en el bosque

El rabioso estilismo narrativo característico del realizador indio reaparece, especialmente en las escenas que se desarrollan en el bosque entre Ivy y una de las criaturas. Shyamalan muestra una vez más su impecable manejo del suspense, jugando con los distintos puntos de vista; el de la indefensa invidente que extrae valentía de lo más profundo de su angustia y utiliza su instinto para sobrevivir, y el del espectador que cuenta con información adicional al poder ver lo que ella no ve. Para ilustrar esos momentos de tensión Newton Howard recurre a sus sonoridades más oscuras, y a inquietantes estruendos orquestales en la línea de lo que ya oímos en Señales, apoyándose de nuevo en la percusión para elaborar ritmos que evocan terrores ancestrales.

Tras la angustia vivida, la desmitificadora conclusión, brusca y directa, es un jarro de agua fría que inevitablemente provoca desencanto en el espectador. En ese final nos enfrentamos a la dudosa moralidad que destila el mensaje de Shyamalan, pues se justifica la consecución de la felicidad y la seguridad mediante un sistema de vida dictatorialmente impuesto que implica privaciones y total pérdida de libertad, y en el que los hombres se permiten erigirse en dioses.

Sin embargo la dualidad de la ironía emerge escrupulosamente, pues también hemos visto que incluso de la opresión pueden florecer los más honestos sentimientos de amor y sacrificio; esta cálida visión del relato es la que, en su conjunto, inspira la que hasta hoy es probablemente la más rica y comprometida obra de James Newton Howard.

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