Ya sea por encargo o por contagio, Barry tampoco parecía dispuesto a arriesgarse en terrenos inexplorados, ni tampoco le hacía falta al contar con la solidez de una base que nunca le había fallado. No puede decirse que Octopussy sea su mejor trabajo ni el más original, y lo cierto es que para un autor con semejante bagaje, seguramente la elaboración de una partitura como esta fue un juego de niños; pero eso no resta mérito ni calidad a una obra profesional, sensible, bien perfilada y, sobre todo, fiel a la imprecedera marca de la casa.

Acostumbrados como estábamos a que una progresiva dosificación del tema de James Bond hubiera convertido sus apariciones en casi anecdóticas, acusaremos en esta ocasión su mayor presencia ya desde el mismo inicio del film, pero es lógico que en tiempo de guerra se aprovechen todas las armas de las que los competidores no disponen. Aparte de eso el compositor exhibe su habitual eficacia en las secuencias de acción, con un impactante motivo que oímos en 009 Gets the Knife and Gobinda Attacks, Yo Yo Fight and the Death of Vijay y The Palace Fight (A veces hasta cabe preguntarse si Barry realmente concebía estos temas para cada film en cuestión, o si tenía una especie de cajón de sastre con retales listos para cuando fueran necesarios); pero donde destaca el genio de este sobrio músico es en los pasajes ambientales como Arrival at the Island of Octopussy, siempre descriptivos y llenos de sentimiento. Lamentablemente, ni la edición de Riko del año  1997 ni la de Capitol del 2003 incluyen música adicional, quedando en el tintero valiosos segmentos que quizá nunca recuperemos.

M.M.M.